Gil López. Morety
No quisiera que se entendiera que escribo estas letras para ensalzar a una persona después de morir. Siempre me he manifestado en los mismos términos sobre mi gran y admirado amigo Francisco Medina Marín, «Paco de Liceo.» Desde muy niño, tuve trato con él; le recuerdo trabajando de camarero en Dulcinea, adonde mi padre me mandaba a comprarle tabaco, uno de aquellos que los fumadores empedernidos, lo calificaban de muy fuerte y que, seguramente, era más dañino aún para la salud y que se llamaba «Partagás.» Años después, tuve la gran suerte de compartir con él dos años al frente del Bando de Los Caballos del Vino, del que fue su vicepresidente en 1.982 y 1.983. Os aseguro que era una fuente de ideas y de respetar y perpetuar las tradiciones. Un luchador incansable. Nos animó a todos sus compañeros de Junta a rescatar del olvido el Himno a Los Caballos del Vino, a la realización del monumento a los Caballos del Hoyo, a culturizar el Bando y se empeñó en que la figura de Amazona, tuviera el rango de Reina igual que la Mora o Cristiana. Paco nació adornado con la virtud de la sensatez y de la reflexión. Cuestión que aplicó siempre en su andar por este mundo, en su negocio, en la política o en las fiestas. En su negocio de librero, si ibas y le preguntabas por un libro, el te aconsejaba “cómpralo o no lo compres “porque resulta que el los leía antes y sabía de su calidad. Su librería y, sobretodo su trastienda, era como una especie de cámara o senado, donde se tertuliaba sobre todas las cuestiones del pueblo y donde se gestaron muchos políticos, muchos hermanos mayores o reyes.
En más de una ocasión, pude comprobar su talante y el respeto que le profesaban sus amigos e, incluso, sus enemigos políticos. En su trastienda y gracias a su intervención, se solucionaron cantidad de problemas que afectaban a nuestra localidad y que habían producido desencuentros entre los miembros de la corporación, acudiendo a la librería Liceo en busca de que Paco ayudara a poner las cosas en su sitio. Luchó muchísimo en tiempos distintos y difíciles, manteniendo viva su ideología y logrando el respeto de unos y otros y, después, fue bastión decisivo en la recuperación de logros sociales.
De igual manera, su espíritu de servicio le hacía buscar y conseguir cualquier libro, cualquier titulo que le demandaba su clientela, estudiantes, profesores o simplemente, lectores, por muy difícil que fuera. Siempre abierto, siempre dispuesto, incluso, yo creo que todos recordamos su tienda abierta hasta el dos de Mayo, cubierta su fachada por elementos festeros, pañuelos, fajas o alpargatas.
También tuvo una participación que se me antoja decisiva en la recuperación y puesta en activo del Teatro Thuillíer, amenazado con la desaparición.
Señalar la consideración que le profesaban las autoridades políticas provinciales en tiempos la transición. Tuve la ocasión de comprobarlo cuando acudí en su compañía a ver al por entonces, Presidente regional, Hernández Ros, a solicitarle ayuda para Los Caballos del Vino; nos atendió de inmediato, a pesar de no tener concertada previamente cita, saludando de manera efusiva y respetuosa a Paco y ofreciéndonos su apoyo y ayuda.
Necesitaríamos mucho más tiempo y espacio para reseñar todas sus actuaciones, llevadas a cabo de manera y forma desinteresada, siempre al servicio de sus amigos y de su pueblo. Yo, desde los medios de comunicación locales, solicité hace un par de meses, todavía en vida Paco, que el Ayuntamiento le dedicara una calle, espero se eleve a realidad; méritos le respaldan sobradamente
La familia ha sufrido una pérdida irreparable, pero la sociedad, el pueblo de Caravaca, puede decir en voz alta que, con esta pérdida, no sólo se va una persona, no sólo se va un caravaqueño de Pro, sino que se va una parte de la historia de nuestro pueblo. Hasta siempre Paco.
No quisiera que se entendiera que escribo estas letras para ensalzar a una persona después de morir. Siempre me he manifestado en los mismos términos sobre mi gran y admirado amigo Francisco Medina Marín, «Paco de Liceo.» Desde muy niño, tuve trato con él; le recuerdo trabajando de camarero en Dulcinea, adonde mi padre me mandaba a comprarle tabaco, uno de aquellos que los fumadores empedernidos, lo calificaban de muy fuerte y que, seguramente, era más dañino aún para la salud y que se llamaba «Partagás.» Años después, tuve la gran suerte de compartir con él dos años al frente del Bando de Los Caballos del Vino, del que fue su vicepresidente en 1.982 y 1.983. Os aseguro que era una fuente de ideas y de respetar y perpetuar las tradiciones. Un luchador incansable. Nos animó a todos sus compañeros de Junta a rescatar del olvido el Himno a Los Caballos del Vino, a la realización del monumento a los Caballos del Hoyo, a culturizar el Bando y se empeñó en que la figura de Amazona, tuviera el rango de Reina igual que la Mora o Cristiana. Paco nació adornado con la virtud de la sensatez y de la reflexión. Cuestión que aplicó siempre en su andar por este mundo, en su negocio, en la política o en las fiestas. En su negocio de librero, si ibas y le preguntabas por un libro, el te aconsejaba “cómpralo o no lo compres “porque resulta que el los leía antes y sabía de su calidad. Su librería y, sobretodo su trastienda, era como una especie de cámara o senado, donde se tertuliaba sobre todas las cuestiones del pueblo y donde se gestaron muchos políticos, muchos hermanos mayores o reyes.
En más de una ocasión, pude comprobar su talante y el respeto que le profesaban sus amigos e, incluso, sus enemigos políticos. En su trastienda y gracias a su intervención, se solucionaron cantidad de problemas que afectaban a nuestra localidad y que habían producido desencuentros entre los miembros de la corporación, acudiendo a la librería Liceo en busca de que Paco ayudara a poner las cosas en su sitio. Luchó muchísimo en tiempos distintos y difíciles, manteniendo viva su ideología y logrando el respeto de unos y otros y, después, fue bastión decisivo en la recuperación de logros sociales.
De igual manera, su espíritu de servicio le hacía buscar y conseguir cualquier libro, cualquier titulo que le demandaba su clientela, estudiantes, profesores o simplemente, lectores, por muy difícil que fuera. Siempre abierto, siempre dispuesto, incluso, yo creo que todos recordamos su tienda abierta hasta el dos de Mayo, cubierta su fachada por elementos festeros, pañuelos, fajas o alpargatas.
También tuvo una participación que se me antoja decisiva en la recuperación y puesta en activo del Teatro Thuillíer, amenazado con la desaparición.
Señalar la consideración que le profesaban las autoridades políticas provinciales en tiempos la transición. Tuve la ocasión de comprobarlo cuando acudí en su compañía a ver al por entonces, Presidente regional, Hernández Ros, a solicitarle ayuda para Los Caballos del Vino; nos atendió de inmediato, a pesar de no tener concertada previamente cita, saludando de manera efusiva y respetuosa a Paco y ofreciéndonos su apoyo y ayuda.
Necesitaríamos mucho más tiempo y espacio para reseñar todas sus actuaciones, llevadas a cabo de manera y forma desinteresada, siempre al servicio de sus amigos y de su pueblo. Yo, desde los medios de comunicación locales, solicité hace un par de meses, todavía en vida Paco, que el Ayuntamiento le dedicara una calle, espero se eleve a realidad; méritos le respaldan sobradamente
La familia ha sufrido una pérdida irreparable, pero la sociedad, el pueblo de Caravaca, puede decir en voz alta que, con esta pérdida, no sólo se va una persona, no sólo se va un caravaqueño de Pro, sino que se va una parte de la historia de nuestro pueblo. Hasta siempre Paco.
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