Caravaca despide a Salvador Lozano, un luchador incansable
ENRIQUE SOLER La capilla del tanatorio de Caravaca de la Cruz se quedaba ayer pequeña para dar el último adiós a Salvador Lozano Martínez, 'Salva del Alhambra', como era conocido por todos los vecinos. Salva regentaba desde hace más de veinte años un bar situado junto a la iglesia del Salvador y que era punto de visita obligado en muchas fechas del año, sobre todo en estos días donde el reloj que marca el calendario festero comienza a dar sus primeros latidos. Salva no tuvo una vida fácil. Fue un luchador incansable y trabajador de sol a sol, pero en muchas ocasiones la fortuna no le dio respuesta a su duro esfuerzo. Su vida casi se convierte en desgracia en la trágica noche del 6 de octubre de 2005, cuando el corazón de todos los caravaqueños se quedó parado al ver cómo la muerte y la violencia sin razón, representada por un hombre que agredió a cuatro mujeres con un arma, nos arrancaba una de nuestras jóvenes más preciadas, y que se podía haber llevado por delante a dos más, una de ellas su hija.
Junto a Salva estaba siempre su compañera en el bar, su esposa y la madre de sus dos hijos. Mari Cruz fue otra luchadora y los dos vivieron en primera persona su enfermedad. Al final, y tras un largo camino, la muerte les ganó la batalla. En pocos días se cumplirá el segundo aniversario de la muerte de su mujer. Muchos de nosotros hemos tenido la suerte de compartir muy buenos momentos en ese pequeño rincón de la ciudad, y nunca por muy dura que les fuera la vida, pudimos ver en sus rostros una mala cara o la falta de un gesto de cariño y de atención.
Hoy, en el cielo se sirve torta de boquerón y buñuelos de bacalao, con sabor a Caravaca vieja, con sabor a Alhambra. Descanse en paz y que en el recuerdo perdure la memoria de su fiel compañera y esposa.
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