Por Jesús López
No sé si será cierto, pero he podido leer que el empresario y propietario del F.C Cartagena, Paco Gómez, ha dado por hecho que el Caravaca C.F va a formar parte de su club y no va a seguir jugando en Caravaca, porque “allí no hay afición al fútbol”.
Pues bien, es cierto que la asistencia a los partidos de fútbol en Caravaca ha sido muy baja este año, quizás más baja que nunca, aunque los partidos han sido por la mañana, que es muy contrario a la costumbre caravaqueña y en algún caso, incluso, se celebraron coincidiendo con importantes actos festeros. Pero los aficionados al fútbol, entendiendo como tales a los seguidores del equipo local, tienen una larga historia en Caravaca, como la tiene su propio campo de fútbol.
Los de mi generación hemos vivido todas las etapas del Caravaca C.F. Yo recuerdo con nostalgia los partidos de regional. De niño, admiraba a los futbolistas locales, Sánchez, Papi, Castaño, Caraco, Gómez, Espejo, Tilismo, José “el Gusano”, Garci –por cierto luego gran jugador del Cartagena y el primero de una auténtica saga de futbolistas-, Mista –el padre del que hasta ahora ha sido el principal futbolista caravaqueño, salido del fútbol base local-. Más adelante hubo periodos esplendorosos, también con jugadores locales, como Beteta, Pili, Nerpio, Pageo o Chema, aunque ya con fichajes de otras localidades. Algunos de ellos son hoy plenamente caravaqueños, como Pellicer, Víctor, Juani o Vega. De gran recuerdo es la época de los uruguayos y la posterior de la Tercera División de 7 grupos, con grandes tardes de fútbol con el Alicante o el Albacete. En aquellos tiempos el campo se llenaba con más de mil espectadores cada Domingo y muchos más en ocasiones extraordinarias. En los bares del pueblo se creaba ambiente previo y un vehículo anunciaba el partido de manera incesante. Los directivos estaban plenamente implicados y vendían carnets en el último rincón de la comarca. Destaco a mi tío Angel, que en eso era un auténtico “jefe”.
Es más, el Caravaca C.F ha sido para algunos de nosotros una parte de nuestras vidas. Mis recuerdos del fútbol van asociados a mi padre, al que acompañaba aquí y en las salidas a otras localidades, en su Renault 8 y luego en el Renault 12, junto a otros hombres, como José el Casillero. Gratos recuerdos, a pesar de que fumaban sin parar dentro del coche, incluso puros. Pero también al campo de fútbol. Recuerdo el campo de “Villapatos” desde sus primeros tiempos. Era un campo de tierra en el que nos “colábamos” de crios y haciamos competiciones locales, en las que a la portería se le ponía red, sobre la que el balón golpeaba con un ruido peculiar. La frontera entre el público y el campo era una cuerda atada a estacas de madera en el perímetro del campo. De manera que la colocación de la valla de obra con anuncios y el banco de cemento y ladrillos ya fue un gran avance. Por no decir los graderíos posteriores, que este año han pasado a mejor vida.
Más adelante, como un gran acontecimiento, se le puso la hierba, que decían provenía de Inglaterra, entonces país muy lejano. La iluminación artifical se inició con unas pértigas y seis u ocho focos que no sacaban el campo de la penumbra. Las torres más adelante ya permitieron ver el fútbol aceptablemente por la noche.
El campo de fútbol del Caravaca, después denominado “el Morao” en honor a nuestro querido utillero, se fue construyendo como se fue construyendo la ciudad y como se fue construyendo nuestra historia reciente. Por eso su decadencia actual, fruto de la equivocación de nuestros dirigentes y de la fiebre especulativa, es un mal signo de nuestra realidad actual.
Pero el fútbol ha sido más. Para los caravaqueños que viven fuera, o para los que hemos tenido que irnos durante una temporada, nos ha mantenido como hilo conductor con nuestro pueblo cada lunes para ver resultado y clasificación.
Esta temporada, los futbolistas del Caravaca C.F han tenido un gran mérito al conservar la categoría de Segunda División B, la máxima en que ha participado nuestro equipo. Pero si son ciertas las palabras despectivas del sr. Gómez y, por tanto, el contenido de las mismas, estaremos ante una triste noticia, igual de triste que la decadencia de nuestro entrañable campo de fútbol. Y si el Caravaca C.F desaparece, víctima del comercio de clubes de fútbol que yo no alcanzo a entender y del abandono de todos, asistiremos a su peor y definitiva derrota. El fin de una parte de la historia reciente de nuestra ciudad.
No sé si será cierto, pero he podido leer que el empresario y propietario del F.C Cartagena, Paco Gómez, ha dado por hecho que el Caravaca C.F va a formar parte de su club y no va a seguir jugando en Caravaca, porque “allí no hay afición al fútbol”.
Pues bien, es cierto que la asistencia a los partidos de fútbol en Caravaca ha sido muy baja este año, quizás más baja que nunca, aunque los partidos han sido por la mañana, que es muy contrario a la costumbre caravaqueña y en algún caso, incluso, se celebraron coincidiendo con importantes actos festeros. Pero los aficionados al fútbol, entendiendo como tales a los seguidores del equipo local, tienen una larga historia en Caravaca, como la tiene su propio campo de fútbol.
Los de mi generación hemos vivido todas las etapas del Caravaca C.F. Yo recuerdo con nostalgia los partidos de regional. De niño, admiraba a los futbolistas locales, Sánchez, Papi, Castaño, Caraco, Gómez, Espejo, Tilismo, José “el Gusano”, Garci –por cierto luego gran jugador del Cartagena y el primero de una auténtica saga de futbolistas-, Mista –el padre del que hasta ahora ha sido el principal futbolista caravaqueño, salido del fútbol base local-. Más adelante hubo periodos esplendorosos, también con jugadores locales, como Beteta, Pili, Nerpio, Pageo o Chema, aunque ya con fichajes de otras localidades. Algunos de ellos son hoy plenamente caravaqueños, como Pellicer, Víctor, Juani o Vega. De gran recuerdo es la época de los uruguayos y la posterior de la Tercera División de 7 grupos, con grandes tardes de fútbol con el Alicante o el Albacete. En aquellos tiempos el campo se llenaba con más de mil espectadores cada Domingo y muchos más en ocasiones extraordinarias. En los bares del pueblo se creaba ambiente previo y un vehículo anunciaba el partido de manera incesante. Los directivos estaban plenamente implicados y vendían carnets en el último rincón de la comarca. Destaco a mi tío Angel, que en eso era un auténtico “jefe”.
Es más, el Caravaca C.F ha sido para algunos de nosotros una parte de nuestras vidas. Mis recuerdos del fútbol van asociados a mi padre, al que acompañaba aquí y en las salidas a otras localidades, en su Renault 8 y luego en el Renault 12, junto a otros hombres, como José el Casillero. Gratos recuerdos, a pesar de que fumaban sin parar dentro del coche, incluso puros. Pero también al campo de fútbol. Recuerdo el campo de “Villapatos” desde sus primeros tiempos. Era un campo de tierra en el que nos “colábamos” de crios y haciamos competiciones locales, en las que a la portería se le ponía red, sobre la que el balón golpeaba con un ruido peculiar. La frontera entre el público y el campo era una cuerda atada a estacas de madera en el perímetro del campo. De manera que la colocación de la valla de obra con anuncios y el banco de cemento y ladrillos ya fue un gran avance. Por no decir los graderíos posteriores, que este año han pasado a mejor vida.
Más adelante, como un gran acontecimiento, se le puso la hierba, que decían provenía de Inglaterra, entonces país muy lejano. La iluminación artifical se inició con unas pértigas y seis u ocho focos que no sacaban el campo de la penumbra. Las torres más adelante ya permitieron ver el fútbol aceptablemente por la noche.
El campo de fútbol del Caravaca, después denominado “el Morao” en honor a nuestro querido utillero, se fue construyendo como se fue construyendo la ciudad y como se fue construyendo nuestra historia reciente. Por eso su decadencia actual, fruto de la equivocación de nuestros dirigentes y de la fiebre especulativa, es un mal signo de nuestra realidad actual.
Pero el fútbol ha sido más. Para los caravaqueños que viven fuera, o para los que hemos tenido que irnos durante una temporada, nos ha mantenido como hilo conductor con nuestro pueblo cada lunes para ver resultado y clasificación.
Esta temporada, los futbolistas del Caravaca C.F han tenido un gran mérito al conservar la categoría de Segunda División B, la máxima en que ha participado nuestro equipo. Pero si son ciertas las palabras despectivas del sr. Gómez y, por tanto, el contenido de las mismas, estaremos ante una triste noticia, igual de triste que la decadencia de nuestro entrañable campo de fútbol. Y si el Caravaca C.F desaparece, víctima del comercio de clubes de fútbol que yo no alcanzo a entender y del abandono de todos, asistiremos a su peor y definitiva derrota. El fin de una parte de la historia reciente de nuestra ciudad.
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