miércoles, 2 de febrero de 2011

EL PENALTI MÁS DEPORTIVO

Fuente .- La Opinion
Un jugador del Beniel juvenil falla adrede una pena máxima que le habían señalado a favor porque un rival del Pulpileño se encontraba tendido en el suelo a causa de un golpe fortuito

Los jugadores del equipo juvenil Bdel Beniel posan sonrientes en el campo de fútbol de la localidad Juan Caballero

DIONI GARCÍA Minuto 35 de la primera parte del encuentro de Primera Juvenil Pulpileño-Beniel. El conjunto almeriense gana por 1-0 merced a un gol a los veinte minutos. Dos futbolistas, uno de cada equipo, sufren un encontronazo cerca del área visitante. El chico del Pulpileño se queda tendido y el balón sale rebotado, llegando a los pies de un benielense que inicia una carrera veloz hacia el campo rival. En la banda, Vicente Coll Jara, técnico del Beniel, se desgañita pidiéndole a su futbolista que lance el esférico fuera. Éste no le oye y continúa la jugada, que acaba con un centro al área y desviando el balón con la mano un jugador del Pulpileño. El árbitro lo tiene claro: penalti a favor del Beniel. Mientras tanto, Alfonso Jesús Jiménez, preparador de los locales, pone en alerta al árbitro de lo que está ocurriendo.

Con 1-0 en el marcador, era la oportunidad de igualar el choque para el Beniel. El futbolista local que se había quedado tendido en el suelo, aún no se había recuperado. El entrenador benielense llama voz en grito a Pablo Fortuna, el chico que se disponía a lanzar la pena máxima, y le dice: «Tira el balón fuera o dáselo al portero». «¿Cómo?», le responde sorprendido el chico. Le explica la situación y todo se hace como ha indicado Coll, un hombre de 50 años de edad con una trayectoria de más de veinticinco en los banquillos del fútbol base. Antes, Pablo se va hacia el portero local y le dice: «Te la voy a tirar al centro, a las manos». El jugador del Pulpileño no sale de su asombro, ni se lo cree. Llega el momento del lanzamiento. El benielense golpea flojo para que el portero del Pulpileño ataje el balón sin ningún tipo de problema.
Todos se que quedan boquiabiertos. En la grada, los doscientos espectadores que seguían el encuentro, rompen en aplausos. Todo el mundo de pie, sin excepción. Los componentes del banquillo del conjunto local abandona sus lugares para felicitar por la acción a sus oponentes. Un ejemplo de deportividad tan difícil de ver en el mundo del fútbol se acababa de producir. El encuentro continuó y los locales acabaron ganando por 4-0.

«Yo no sabía lo que estaba ocurriendo. Incluso estaba protestando al árbitro porque consideraba que el penalti había sido muy riguroso», explicó ayer a esta redacción Alfonso Jesús Jiménez, un joven de 28 años que lleva ocho entrenando en el club de San Miguel de Pulpí. «De hecho, no sé si lo voy a volver a ver en mi vida. Que te lancen un penalti a las manos para que lo pare el portero y, encima, con 1-0 en el marcador. Fue un ejemplo de honradez, porque de haber anotado el gol, el partido habría cambiado», relató el técnico almeriense, quien aún no sale de su asombro por todo lo acontecido en el campo de juego.

La pillería y las malas artes están a la orden del día en el mundo del fútbol. En el fútbol profesional se ha puesto de moda no lanzar el balón fuera cuando un rival se queda tendido en el suelo. Tantas situaciones de simulaciones se han dado, que muchos se han cansado. Lo que ocurrió el otro día en el Pulpileño-Beniel es un soplo de aire fresco, un hecho que invita a pensar que el fútbol sigue siendo un deporte donde el resultado no es lo único. Que educar en valores también entra dentro del catálogo de actuaciones, que es, en definitiva, la misión de los centenares de entrenadores que todos los fines de semana, robando tiempo a sus familias, se dedican a dirigir equipos de categorías inferiores, en muchos casos sin recibir compensación económica.

«Es que estamos trabajando con futbolistas de base. Lo que ocurrió el otro día en Pulpí debe ser la bandera del fútbol base», decía a esta redacción un orgulloso Vicente Coll. «Toda la gente que estaba en el campo se quedó sorprendida. Me decían que era la primera vez que lo veían», apuntaba. «Yo me dedico a la construcción, pero mi pasión es el fútbol. Debería ser al revés», dice un entrenador que ha visto como la acción que tuvieron tanto él como su equipo ha tenido una gran relevancia y se ha extendido como la pólvora en el mundillo del fútbol base. En Beniel, donde hoy se celebra la fiesta grande en honor a la Candelaria, los jugadores y el entrenador del segundo equipo juvenil de la localidad se han convertido en un ejemplo para todos. Lo de menos para ellos en estos momentos es que la derrota haya supuesto que el Pulpileño, al que aventajaban en cinco puntos, esté ahora a sólo dos y que el séptimo puesto que ocupan en el grupo primero de la competición, esté en peligro. Pero estos chicos ya han logrado un título mucho más importante: el reconocimiento social por su deportividad.

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