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Caravaca es la meta.
Dedicado a los 56 componentes del equipo

Me he dejado el alma y algo más, en que toda esta historia saliera adelante. Pero, como suele ocurrir, he recibido más, muchísimo más. Los nervios, la tensión acumulada no me han dejado disfrutar de esta aventura en tiempo real. Una vez que ha pasado un tiempo prudencial y he vuelto a dormir a pierna suelta, las ideas se van ordenando y los buenos recuerdos se empiezan a acumular. Ahora me vienen a la cabeza los inicios, las primeras dificultades, el definitivo encauzamiento de esta aventura y, sobre todo, la culminación de todo en Nueva York. Ha habido gente que ha dudado de vuestra ilusión, de vuestra capacidad de sacrificio, de vuestro compromiso.
Seguro que habrá excepciones (si no, no habría regla), pero habéis demostrado una vez más que los corredores de fondo somos de una pasta especial. El entrenamiento no solo nos hace mejores atletas, también nos hace mejores personas. Es difícil encontrar un grupo tan numeroso más comprometido, con más ilusión, con tan buen ambiente, tanto compañerismo. Habéis conseguido que mucha gente se sienta orgullosa de vosotros, a mi el que más. En cada camiseta amarilla os aseguro que iba una parte de mi corazón, una parte de mis energías para que pudieséis conseguir vuestro objetivo. Si en algún momento de la carrera notasteis una fuerza que no sabíais de donde salía, un empujón del hombre invisible, seguro que había mucha gente empujando detrás. Yo era uno de ellos. El despiste en la salida me hizo perder la primera oleada, pero el salir en la segunda me permitió luego, a lo largo de la carrera, poder compartir con muchos de vosotros unas zancadas, unos metros, unas palabras. Vi caras de ilusión en algunos, de cansancio extremo en otros, pero no vi a ninguno derrotado.
Luego tuve la suerte de poder encontrarme con muchos de vosotros en la zona de meta, mientras caminabais lentamente hacia los camiones de UPS. No teníais un espejo para poder veros, pero os garantizo que en mi vida he visto tanto brillo en los ojos. Miradas de satisfacción, de orgullo, de felicidad. De vuelta al hotel todavía tuve la suerte de ver en su último km a alguna de las chicas, que campeonas!. Me emocioné tanto, que me entraron ganas de quitarme el chandal y ponerme a correr otra vez con ellas. Llegué al día D en un estado de agotamiento físico y mental que no aconsejaba precisamente correr los 42,195 kms, pero nunca antes he disfrutado tanto de un maratón, nunca se me hizo tan corto y eso que tuve la sensación de haber corrido 56 maratones, no solo el mío. Hay sueños que nunca se llegan a cumplir, cosas en la vida que nunca llegan a pasar. Esta ha pasado, el sueño se ha hecho realidad.
En la mochila de las cosas bonitas que han pasado en mi vida y que llevo colgada en la espalda, siempre ocupará un lugar especial toda esta historia. Tengo la costumbre de no dejar pasar mucho tiempo sin descolgarla, abrirla, repasar el contenido y dar gracias por todo ello. A partir de ahora, cada vez que lo haga, tendré un recuerdo para todos y cada uno de los que habéis hecho posible esta maravillosa aventura.
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